Como quizás todos, o la mayoría para no generalizar, llegué a tomar clases de Yoga pensando que era una actividad más bien pausada, que incluso me iba a aburrir. Lo hice para complementar mis prácticas de danza, para elongar y adquirir más flexibilidad. La verdad es que poco sabía del Yoga, no conocía sus textos, sus principios, ni menos que sus objetivos estaban alejados del tema físico, que la realización de Asanas (posturas del Yoga) tenían como fin aquietar la mente y no llegar a ser un contorsionista del circo de Moscú.
Así, de a poco comencé a ir a las clases y a darme cuenta que además de la alegría y satisfacción que me generaba avanzar día a día en el tema físico, que cada vez era menos sufrimiento y más placer, comencé a experimentar los frutos de la práctica a nivel mental y espiritual. Parece muy cliché lo que estoy diciendo o quizás puedan pensar que es una estrategia de marketing para que vayan a mis clases, pero la verdad es que solo quiero compartir mi experiencia en torno al Yoga.
El Yoga te entrega esa libertad que necesitamos, que buscamos a diario en otras cosas pero no encontramos, te da la llave y si sabes utilizarla bien, si encuentras el cerrojo indicado y logras abrir la puerta descubres un mundo maravilloso. Es cierto que hay que vivirlo para saber lo que es, pero puedo decir que no hay nada mejor que liberarse de la mente, que conocerse a uno mismo desde el alma, sin la influencia de los pensamientos, los sentidos y todo lo que nos rodea, todos esos estímulos externos que hacen que distorsionemos las cosas y no nos conozcamos realmente como somos.
Solo podemos saber los que es el Yoga cuando lo experimentamos día a día, recién ahí logramos entender que hemos descubierto el camino, que se nos abre una puerta y expandimos nuestra conciencia. Como decía K. Pattabhi Jois “practica, practica practica y todo lo demás vendrá”. Te invito a practicar y descubrir lo que viene.
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